viernes, 24 de octubre de 2008

Uruguay a principios de los ochenta

La República Oriental del Uruguay de 1982, al igual que los medios de comunicación, eran protagonistas de una mirada absolutamente parcial.
El ¨Paisito¨ y sus medios apuntaban sus ojos hacía el mismo lugar. Cómplices de intereses comunes se mancomunaban bajo una misma fuerza y armada.

Durante su estadía carcelaria y sospechada de un doble crimen en el año 1982 Alma Di Agosto fue violada, torturada y golpeada. Uruguay también.

El escenario del aberrante acontecimiento se fue preparando desde el año 1955. Las condiciones para justificarlo también. El País agonizaba en una crisis y desguarnecido se exponía a un desenlace de barbarie. En 1972 un golpe deja al estado ciego.

Los diarios describen con lujos de detalles personajes diferentes, pintorescos fantasmas y ningún crimen. Las radios sospechan de las curiosas descargas estáticas que dificultan su transmisión y señalan a los cuerpos electrificados como los responsables. La televisión condena y sentencia. La República Oriental del Uruguay se quedó ciega. Alma Di Agosto también.

Las manos de las victimas reaccionan, comienzan a desatarse e intentan revertir la ceguera. Un grito de NO durante 1980 llego como un alarido al año 1982. Los heridos y las heridas se organizan para recuperar su lugar. Lo logran parcialmente. Continúan resistiendo los avasallamientos. Pero no les alcanza para ver.

El monopolio de la verdad se consolida en manos de los autores intelectuales del genocidio. La impunidad cimentada en pantallas, papeles y parlantes verde oliva fagocitan la culpabilidad de los inocentes y la inocencia de los ciegos.

El veredicto es categórico. Alma Di Agosto es inocente. La República Oriental del Uruguay también.

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